Nada puede existir si no es a condición de estar muriendo. Cada vida es una muerte en desarrollo, cada muerte crea las premisas de nuevas vidas. Cada vida y cada muerte engendran su propia negación y este proceso es el único sentido posible de la existencia. Todos los cuerpos son mortales y, por consiguiente, también sus "almas". Todo nace y muere, todo se transforma, todo es nuevo y viejo a cada instante, nada permanece y en el horno creador del Universo vive y agoniza eternamente la inmesa, cambiante, inexplicable paradoja de la existencia.