La ciencia y la poesía no son ejercicios opuestos. Son dos formas diferentes de indagación de la realidad. La ciencia es una indagación objetiva de las relaciones entre objetos y fenómenos, sujeta a reglas impuestas por la razón y la experiencia intelectual. La poesía es una indagación subjetiva de las relaciones entre los sentimientos y el mundo circundante, sujeta a reglas impuestas por la cultura y la experiencia existencial. Los primeros grandes filósofos de Grecia, los llamados "presocráticos", eran científicos y poetas al mismo tiempo. Parménides y Heráclito postulaban ideas opuestas sobre el mundo real pero estaban de acuerdo en formular sus teorías en forma de poemas. Sus hipótesis eran también metáforas. Sus explicaciones, imágenes y analogías poéticas. Sus postulados de principio, trozos de emoción estética. Pitágoras hizo del número una condición de la belleza. Los sofistas pusieron a su especie, la humana, en el centro de un universo poblado de átomos cuyas relaciones objetivas eran también subjetivas, emocionales, psicológicas. Demócrito explicó la relación entre el lenguaje y los objetos designados diciendo que "la palabra es la sombra del hecho". Metáfora poética que enseña más sobre los nombres de las cosas que cualquier tratado de lingüística.
Los científicos modernos suelen calificar ciertas hipótesis y teorías con los adjetivos de "hermosas" o "bellas". Ningún científico verdadero puede sustraerse a la fascinación poética que produce un descubrimiento importante. Ningún poeta verdadero puede dejar de sentir que ha hecho un gran descubrimiento cuando consigue formular una metáfora que se abre, como una rosa de luz, iluminando aspectos desconocidos del alma o de las cosas.
Por eso croamos las ranas, sin cesar, en la negra noche acribillada de estrellas. Buscamos la metáfora perfecta que exprese toda nuestra emoción poética y ponga al descubierto el misterio profundo del universo.